En Hechos de los Apóstoles 15:9, encontramos la afirmación de Pedro durante el Concilio de Jerusalén, donde explica cómo Dios purifica los corazones de las personas mediante la fe: “y no ha hecho diferencia entre ellos y nosotros, puesto que ha purificado sus corazones por la fe.” Esto resalta la importancia fundamental de la fe en la vida cristiana, es a través de la fe en Cristo que nuestros corazones son purificados, liberados del pecado y reconciliados con Dios.
Sin embargo, esto no significa que la fe exista en un vacío sin obras. Jesús mismo enseñó en: Juan 15:3 que ya están limpios por la palabra que Él les ha hablado: "Vosotros estáis ya limpios, gracias a la palabra que Yo os he hablado." Aquí, Jesús nos muestra que su palabra es purificadora y transformadora. Pero en el versículo anterior y en los siguientes, Jesús habla sobre la necesidad de dar frutos y permanecer en Él para tener vida abundante: “versículo 2: Todo sarmiento que, estando en Mí, no lleva fruto, lo quita, pero todo sarmiento que lleva fruto, lo limpia, para que lleve todavía más fruto.” “versículo 8: En esto es glorificado mi Padre: que llevéis mucho fruto, y seréis discípulos míos".
Esta conexión entre la fe y las obras se refleja en la enseñanza de Jesús sobre la vid y los sarmientos en: Juan 15:1-8. Jesús explica que Él es la vid verdadera y nosotros somos los sarmientos. Para permanecer en Él y dar frutos, debemos permanecer conectados a Él mediante la fe y obedecer sus mandamientos: Marcos 10:17-21 “Cuando iba ya en camino, vino uno corriendo y, doblando la rodilla, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?" Respondióle Jesús: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Tú conoces los mandamientos: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre"; y él le respondió: "Maestro, he cumplido todo esto desde mi juventud". Entonces, Jesús lo miró con amor y le dijo: "Una cosa te queda: anda, vende todo lo que posees y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después, vuelve, y sígueme, llevando la cruz". Esto implica no solo creer en Él, sino también seguir sus enseñanzas y llevar fruto en nuestras vidas.
Por lo tanto, a partir de estas Escrituras, podemos concluir que si bien la fe es fundamental para la salvación, también es crucial que esa fe se manifieste en obras. La fe sin obras está muerta, como nos enseña Santiago 2:17 “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta como tal.” Así que, si verdaderamente hemos sido purificados por la fe en Cristo, nuestra respuesta natural debería ser vivir de acuerdo con sus enseñanzas y producir frutos de justicia, amor y servicio en nuestras vidas. Esto no es para gloriarnos por nuestras propias obras, sino como respuesta obediente a la obra redentora de Cristo en nosotros reconociendo que son necesarias para nuestra salvación.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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