(Romanos 4:17) “como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.” Tomado de la Reina-Valera 1960
El Apóstol Pablo, al referirse a este versículo, no está abogando por que nosotros declaremos las cosas que no son como si fueran, sino que destaca el poder exclusivo de Dios para hacerlo.
A lo largo de la historia de la Iglesia, este pasaje ha sido malinterpretado, especialmente dando lugar a la práctica de "Declarar o Decretar" en algunas corrientes menos ortodoxas de iglesias Protestantes.
Esta práctica emergió en los años 80 y ha evolucionado en doctrina en muchas comunidades. Aunque los Católicos, así como muchas iglesias protestantes ortodoxas, advierten sobre los peligros de esta interpretación errónea, sigue siendo importante abordar este tema desde una perspectiva Católica de sana doctrina.
La fe, según la enseñanza de la Iglesia Católica, no es una fórmula mágica para obtener todo lo que deseamos de Dios. Jesús nos instruye a confiar en Dios al dirigir nuestros corazones hacia Él, ya sea en búsqueda de sanación, solución de problemas o alguna necesidad. La Palabra de Dios dice: (Mateo 6:10) "que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.” La oración, como señala Jesús, es el medio por el cual buscamos la voluntad de Dios, no un medio para imponer nuestra propia voluntad: (Mateo 6:10). El pasaje de (Marcos 11:23), donde se habla de mover montañas con la fe, debe entenderse en el contexto de la fe en la soberanía y el poder de Dios, no de la voluntad del hombre: (Marcos 11:23) “Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: «Retírate de ahí y arrójate al mar», sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá.”
Leer el capítulo completo, especialmente (Marcos 11:24), revela que Jesús destaca la importancia de creer y confiar en Dios durante la oración, no simplemente de decretar o declarar deseos. La oración es el camino que Jesús nos muestra para obtener el favor de Dios: (Marcos 11:24) “Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.”
Cuando leemos a Santiago, nos recuerda la necesidad de reconocer la soberanía de Dios en nuestras vidas y acciones. La clave reside en la disposición a someternos a Su voluntad en todo momento, no Declarando ni Decretando, nuevamente la Palabra nos enseña a someternos a la voluntad de Dios: (Santiago 4:15) "En lugar de eso, deberían decir: 'Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.”
Si bien algunos pueden malinterpretar estos pasajes, es crucial leer toda la Biblia en su contexto y entender que la enseñanza Apostólica, como la representada por el Apóstol Pablo, se centra en la humildad y aceptación de la voluntad de Dios: (2 Corintios 12:7-9) Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad».
El Apóstol Pablo, a pesar de enfrentar una aflicción, no exige sanidad mediante decretos, sino que reconoce la gracia de Dios como suficiente. Este ejemplo demuestra que, en ocasiones, la respuesta divina puede ser diferente de lo que buscamos a través de la oración. Para una comprensión más profunda de estas cuestiones, se recomienda explorar las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la oración. Les recomiendo leer el Catecismo: LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA; numeral 2558 y siguientes.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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