En la narrativa sagrada, encontramos un poderoso paralelismo entre dos eventos trascendentales: el relato del Arca de Noé en el Antiguo Testamento y la institución de la Iglesia por parte de Jesús sobre Pedro en el Nuevo Testamento. A través de estas historias, podemos discernir la continuidad divina que conecta el pasado con el presente, revelando la misericordia, el propósito y la guía de Dios a través de las edades.
En el libro del Génesis, capítulo 6, se nos presenta la historia del diluvio universal, donde Dios decide purificar la tierra de la corrupción y la maldad, preservando la vida de Noé y su familia mediante la construcción del Arca. Génesis 7:1 destaca cómo Dios instruye a Noé a entrar en el Arca junto con su familia, salvándolos del juicio que vendría sobre la tierra. Este acto de salvación no solo protege a los justos, sino que también establece un nuevo comienzo para la humanidad.
En el Evangelio según Mateo, capítulo 16, presenciamos un diálogo revelador entre Jesús y Pedro. Después de que Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Jesús responde diciendo: (Mateo 16:18 "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella".) Aquí, Jesús no solo confirma la identidad de Pedro como la roca sobre la cual edificará su iglesia, sino que también establece la autoridad y la protección divina sobre ella, semejante al pacto hecho con Noe: (Génesis 6: 18 “ Pero contigo estableceré mi pacto”)
El paralelismo entre el Arca de Noé y la institución de la Iglesia es evidente. Así como el Arca fue el medio de salvación para Noé y su familia en medio del diluvio, la Iglesia es el medio de salvación para la humanidad en medio de la corrupción y el pecado. Del mismo modo, como Dios protegió y guió el Arca a través de las aguas turbulentas, Él también protege y guía a su Iglesia a través de los desafíos y persecuciones que enfrenta en el mundo.
La Iglesia, como el Arca, es un lugar de refugio y esperanza en medio de las tormentas de la vida. En Mateo 8:23-27, vemos cómo Jesús calma la tormenta mientras está con sus discípulos en el mar, simbolizando su poder para brindar paz y seguridad a su Iglesia incluso en los momentos más difíciles. Esta imagen resuena con la idea del Arca como un símbolo de protección divina en medio del caos.
Además, al igual que el Arca fue un símbolo de unidad para la humanidad sobreviviente después del diluvio, la Iglesia es un símbolo de unidad para todos los creyentes en Cristo, sin importar su origen o circunstancias: Efesios 4:4-6 enfatiza esta unidad, declarando que hay: ("uno el Señor, una la fe, uno el bautismo, uno el Dios y Padre de todos, el cual es sobre todo, en todo y en todos.")
No podemos dejar pasar por alto los siguientes detalles:
Esta arca fue una estructura elaborada, construida en tres niveles, lo que refleja la complejidad y la profundidad de la obra de Dios. (Génesis 6:16: "Harás un espacio en la parte alta del arca, y la terminarás a un codo de altura por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero.") Del mismo modo, la Iglesia, instituida por Jesús sobre Pedro, tiene una jerarquía divinamente establecida que refleja la organización y la orden divina. No olvidemos que la Iglesia era guiada por los Apóstoles, los Obispos y Presbíteros, y según está escrito, eran considerados los administradores de los misterios de Dios: (1 Corintio 4:1 “Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios”)
Además, en Génesis 7:2-3 detalla cómo Noé fue instruido por Dios para llevar a bordo del Arca animales ("de toda especie", tanto "de aves según su especie, y de ganados según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie" Génesis 7:14). En el Arca, coexistían animales puros e impuros, lo cual es un recordatorio de la diversidad de la creación de Dios y su plan redentor para todas las criaturas. De manera similar, la Iglesia es santa en su naturaleza y propósito, pues es cuerpo místico de Cristo: (Colosenses 1:18 “Y Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia.”), pero en ella coexisten personas tanto justas como pecadoras: (Efesios 2:19: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios."), reflejando la realidad de la condición humana: (1 Juan 1:8: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.")
En conclusión, desde el Arca de Noé en el Antiguo Testamento hasta la institución de la Iglesia por parte de Jesús sobre Pedro en el Nuevo Testamento, vemos una continuidad divina que revela el plan redentor de Dios para la humanidad. Así como Dios preservó y guió a Noé y su familia a través del diluvio, Él también protege y guía a su Iglesia a lo largo de la historia, ofreciendo salvación, unidad y esperanza a todos los que confían en Él.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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