En primer lugar debemos entender lo que la Iglesia nos enseña acerca del Infierno y su eternidad. Para eso leeremos el Catecismo:
PRIMERA PARTE LA PROFESIÓN DE LA FE; SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA; CAPÍTULO TERCERO: CREO EN EL ESPÍRITU SANTO; ARTÍCULO 12
IV. El infierno
1033, Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Juan 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mateo 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".
1035, La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
Pensamiento de Orígenes.
Orígenes (circa 185-254 d.C.) fue un importante escritor y teólogo cristiano de la Iglesia primitiva, nacido en Alejandría. Su pensamiento ha sido objeto de interpretaciones diversas y, en algunos casos, controversiales. En relación con la reconciliación universal, Orígenes desarrolló la idea de apocatástasis, que se refiere a la restauración final de todas las almas a la comunión con Dios.
La posición de Orígenes sobre la reconciliación universal se basaba en su interpretación de la salvación y el castigo en el contexto de la providencia divina. Aquí hay algunos puntos clave de su postura:
Restauración de todas las almas: Orígenes creía en la eventual reconciliación de todas las almas con Dios. Creía que, al final, incluso los pecadores y los condenados experimentarían la misericordia de Dios y serían restaurados a la comunión con Él.
Castigo como corrección: Orígenes sostenía que el castigo no era eterno en el sentido de un tormento interminable, sino que era un medio para corregir y purificar las almas. Creía en la justicia reparadora de Dios, donde el castigo tenía un propósito educativo y redentor.
El libre albedrío y la elección: Orígenes afirmaba la importancia del libre albedrío y la capacidad de elección de las almas. Creía que, eventualmente, todas las almas, incluso las que habían caído en el pecado, llegarían a elegir a Dios de manera consciente y libre.
Influencia del neoplatonismo: La filosofía neoplatónica tuvo una influencia significativa en el pensamiento de Orígenes. Su concepto de apocatástasis compartía similitudes con la noción platónica de la restauración final de las almas a su estado original.
Es importante destacar que las enseñanzas de Orígenes sobre la apocatástasis fueron objeto de controversia en la historia de la Iglesia. El II Concilio de Constantinopla (553 d.C.) prohibió específicamente la enseñanza de la apocatástasis. A pesar de esto, la influencia de Orígenes perduró en algunos aspectos del pensamiento cristiano a lo largo de la historia.
Los Escritos de Orígenes (así como los escritos de los padres de la Iglesia y otros escritores eclesiásticos) son importantísimos, no solo para los estudiantes de patrística y patrología, porque permiten conocer a fondo el pensamiento de la Iglesia primitiva y su forma de interpretar las Escrituras.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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