Tertuliano fue un destacado teólogo y apologista cristiano que vivió en los primeros siglos de la Iglesia, aproximadamente en los años 160-225 d.C. Inicialmente, Tertuliano fue un presbítero en la Iglesia de Cartago (actual Túnez) y más tarde se convirtió al montanismo.
El montanismo fue un movimiento cristiano del siglo II, fundado por Montano, un profeta de Frigia (actual Turquía), y dos mujeres, Priscila y Maximila. Creían en la profecía continua y creían que Montano era el "Paráclito" prometido por Jesús. También sostenían una moral estricta y una expectativa inminente del retorno de Cristo.
Tertuliano se unió al montanismo en algún momento de su vida y se convirtió en un defensor apasionado del movimiento. Sin embargo, su adhesión al montanismo le llevó a ser considerado un hereje por la Iglesia principal. A pesar de sus contribuciones significativas al pensamiento teológico cristiano, su asociación con el montanismo ha influido en la percepción de su legado.
Montanismo:
Herejía de tendencias apocalípticas y semi-místicas, que fue iniciada en la última mitad del siglo II en la región de Frigia (Asia Menor) por un profeta llamado Montano. Creía que la santa Jerusalén iba a descender pronto sobre la villa de Pepuza y, con la ayuda de dos discípulas, Prisca y Maximila, predicó una ascética intensa, ayuno, pureza personal y deseo ardiente de sufrir el martirio. Los montanistas adoptaron la idea de que tal estilo de vida era esencial en vistas al inminente regreso de Cristo y debido a que después del nacimiento no podía haber perdón.
No obstante, la oposición de muchos Obispos en Asia Menor, el montanismo se expandió a través de la región y ya para el siglo II se había convertido en una Iglesia organizada. Su mayor éxito fue la conversión de Tertuliano para su causa en el año 207. Sus líderes fueron excomulgados y el movimiento murió en casi todo el Imperio Romano, durando sólo algunos siglos más en Frigia hasta desaparecer definitivamente.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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