El tema de la resurrección de los muertos es fundamental en la teología católica, ya que es parte integral de la esperanza cristiana en la vida eterna. La creencia en la resurrección se basa en la promesa de Dios de restaurar y redimir tanto el cuerpo como el alma de los creyentes. Si bien es cierto que en el cielo ya se encuentra el alma de los que han muerto en santidad, tal como se lee en el libro de: (Qohélet; Eclesiastés; 12:7) “antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el espíritu vuelva a Dios, porque es él quien lo dio”. Este era el deseo del que hablaba el apóstol Pablo cuando dijo: (Filipenses; 1:23) “deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor”. Hay que diferenciar entre lo carnal y lo espiritual, es cierto que el cuerpo volverá a su origen, pero muy claro dice el libro de Eclesiastés: (Qohélet; 12:7), que tenemos un espíritu y ese espíritu volverá a Dios. Jesús además advierte del precio que pagaremos si no enderezamos nuestros caminos y si optamos por el pecado en vez de la Santidad: (Mt.10:28) “…Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena”. Centrémonos en un detalle sumamente importante. Aquí Jesús no solo dice que el alma se quemará en el infierno, sino que también habla del cuerpo.
Nuestra Alma se unirá a Dios, (Hebreos; 10:39) “Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma”. ¿Para qué predican los Apóstoles que debemos perseverar en nuestra fe? ¡para preservar nuestra Alma! Pues los Apóstoles sabían que nuestra Alma, el día de nuestra muerte, se uniría a Cristo en el cielo: (Hechos de los Apóstoles; 20:9-10) “Un muchacho llamado Eutico, que se había sentado en el borde la ventana, tenía mucho sueño y se dormía mientras Pablo hablaba, hasta que, vencido por el sueño, se cayó desde un tercer piso. Cuando lo levantaron, estaba muerto. Pablo bajó, se echó sobre él y, abrazándolo, dijo: No se alarmen, porque su alma está en él”.
No creo que esta lectura necesite mucha explicación. ¿Por qué el Apóstol Pablo diría que aun su alma está en él, si no creyera que al morir su alma subiría a Dios?: (Qohélet; Eclesiastés; 12:7) “antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el espíritu vuelva a Dios, porque es él quien lo dio”. Tenemos un Alma, y ésta se unirá a Dios si hemos sido dignos de Él: (Santiago; 5:20) “sepan que el que hace volver a un pecador de su mal camino salvará su alma de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados”. (1Pedro; 1:9) “y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas”.
Ya vimos como nuestra Doctrina sobre la existencia de un alma, y sobre la coexistencia de esta alma junto a Dios es una doctrina completamente Apostólica. Ahora la pregunta ¿Por qué tenemos que resucitar? La resurrección del cuerpo es parte integral de la obra redentora de Cristo. Si bien nuestras almas pueden experimentar la presencia de Dios en el cielo después de la muerte, la redención no estaría completa si solo nuestras almas fueran salvadas y nuestros cuerpos permanecieran en la tierra. La resurrección corporal completa la redención al restaurar la integridad del ser humano, tanto en cuerpo como en alma, cumpliéndose así la promesa divina: (1Corintios; 15:20-23) “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron. Puesto que por un hombre vino la muerte, por un hombre viene también la resurrección de los muertos. … Pero cada uno por su orden: como primicia Cristo; luego los de Cristo en su Parusía;” La resurrección corporal refleja la promesa divina de restauración y renovación total. Dios nos creó como seres humanos integrales, compuestos de cuerpo y alma, y prometió restaurar y redimir todo nuestro ser. La resurrección del cuerpo es el cumplimiento de esta promesa divina de restaurar la totalidad de nuestra humanidad.
La creencia en la resurrección del cuerpo es una expresión de la esperanza cristiana en la vida eterna. Jesús nos hiso esta promesa: (Juan; 6:40) "Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." La resurrección corporal muestra que nuestra esperanza trasciende la muerte y nos asegura que, al final de los tiempos, experimentaremos la plenitud de la vida en comunión con Dios, no solo en espíritu, sino también en cuerpo. La doctrina de la resurrección del cuerpo está arraigada en la enseñanza bíblica y en la tradición de la Iglesia desde los primeros tiempos del cristianismo. Numerosos pasajes bíblicos, así como las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, confirman esta doctrina como una verdad fundamental de la fe católica.
La Iglesia nos enseña que Dios nos creó como seres humanos integrales, compuestos de cuerpo y alma. Esta unión entre el cuerpo y el alma es intrínseca a nuestra naturaleza humana y es amada por Dios. En la resurrección, Dios no solo restaura nuestras almas, sino que también redime y transforma nuestros cuerpos, restaurando así la plenitud de nuestra humanidad: (Romanos; 8:11) “Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por medio de ese Espíritu suyo que habita en vosotros.”
Catecismo de la Iglesia Católica:
990 El término "carne" designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos mortales" (Romanos; 8:11) volverán a tener vida.
991 Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. "La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella" (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1): «¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe [...] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (1 Corintios 15, 12-14. 20).
Padres de la Iglesia:
San Ireneo de Lyon, en su obra "Contra las herejías", expresa la creencia en la resurrección del cuerpo como parte esencial de la fe cristiana. Él argumenta que la resurrección del cuerpo es necesaria para la plena realización de la redención obrada por Cristo.
San Agustín de Hipona, en sus escritos, también defiende la resurrección corporal y la importancia de la unidad del ser humano en cuerpo y alma.
En conclusión, la doctrina católica de la resurrección afirma la importancia de la redención total del ser humano, tanto en cuerpo como en alma, como expresión del amor de Dios hacia nosotros como seres humanos completos. Esta esperanza está fundamentada en la revelación bíblica, enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y la tradición de los Padres de la Iglesia.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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