¿Puede imaginarse usted esta escena? Jesús después de haber sido apresado castigado y humillado fue expuesto ante el pueblo judío para darle fin a su detención. Era la pascua judía, un día solemne para el pueblo de Dios. Esto no fue impedimento para que como cordero Jesús fuese llevado al matadero, Isaías 53:7; “Fue maltratado, y se humilló, sin decir palabra como cordero que es llevado al matadero”
Retrocedamos en el tiempo hasta llegar al momento exacto en donde Yahvé, da a Moisés una de las ordenanzas más trascendentales para el pueblo judío y conozcamos de qué forma lo que antes con Moisés fue sombra, ahora con Jesús es luz.
En el libro de Levíticos, siendo más específico en el capítulo 16 se menciona una de las celebraciones judías más solemnes de todos los tiempos, el llamado "Yom Kipur" El Día de la Expiación en el judaísmo (no debe confundirse con el "Pesaj"). No perdamos de perspectiva que aunque este evento es de suma importancia para los judíos, para nosotros los Cristianos no lo es, pues el verdadero cordero de Dios el que quita el pecado del mundo, (Juan 1:29) “…He aquí el cordero de Dios, que lleva el pecado del mundo.” dio luz a este evento ("Yom Kipur") de una vez y para siempre, Hebreos 10:1 “La Ley no es sino una sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, por lo cual nunca puede con los mismos sacrificios, ofrecidos sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que se le acercan.”
Leamos pues, Levíticos 16:7 “tomará Aarón los dos machos cabríos y los presentará ante Yahvé, a la entrada del Tabernáculo de la Reunión.”
¿Ven alguna similitud entre esta escena, la leída en Levíticos, 16:7 y esta? Marcos 15:6 “Mas en cada fiesta les ponía en libertad a uno de los presos, al que pedían.” ¿Quiénes eran los presos? Por supuesto, Jesús y Barrabás.
“Tomará Arón dos machos cabríos…”, Dios ordena un sacrificio para la expiación de los pecados del pueblo judío, "Yom Kipur". ¿Cómo se hará esta expiación?
Leviticos 16:8-10 “Luego Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos, una suerte para Yahvé, y la otra para Asasel. Y presentará Aarón el macho cabrío que haya tocado en suerte a Yahvé, ofreciéndolo como sacrificio por el pecado. El macho cabrío que por suerte tocare a Asasel, lo colocará vivo delante de Yahvé, para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto, para Asasel.”
Expliquemos algunos conceptos:
¿Quién es Asasel? Lo más probables es que se refiera al lugar a donde se enviaría el animal del sacrificio. (notas de la biblia platense)
¿Y Barrabás?: Bar Abbas significa en arameo, Hijo del Padre. Se trata de un apelativo mesiánico, de una especie de nombre de guerra, muy similar al de los atribuidos a los jefes de las rebeliones contra los romanos que eran a la vez políticas y religiosas. También hay indicios de historicidad de que el supuesto bandido también se hubiese llamado Jesús. Según Orígenes, muchos manuscritos del evangelio contenían el nombre completo: Jesús Barrabás. Más tarde se habría procedido a una eliminación del nombre “Jesús”, que admite el propio Orígenes; pero todavía existen manuscritos fidedignos que lo contienen así. La versión ecuménica de la Biblia, en el original francés, dice: “A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo”. (Mateo 27,17). Posteriormente desaparece en las versiones testamentarias, posiblemente porque no creyeron conveniente los primeros cristianos que un bandido llevara el nombre de Jesús.
Habiendo explicado esto, podemos continuar.
Levitico 16:8-10 “Luego Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos, una suerte para Yahvé, y la otra para Asasel.” ¿Acaso este momento histórico para el pueblo judío no se parece a este?, Igual de importante para el pueblo Cristiano, "¿A cuál queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el que se dice Cristo?” Mateo 27:17
Existe un asunto que no podemos perder de vista. Jesús es el verbo (la palabra) y este verbo (palabra) siempre existió, y siempre estuvo junto a Dios y era Dios, Juan 1:1 “En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios.” Todo lo que ocurría en este relato lo presenció Jesús como segunda persona de la Santísima Trinidad y fue una preparación para cuando llegara el momento de elevar este evento de uno natural a uno sobre natural. Dios estaba preparando al pueblo judío para cuando llegara quien haría de este evento "Yom Kipur" uno realmente Sobre Natural, como se explica en, Hebreos 10:8-10 “Habiendo dicho arriba: "Sacrificios y oblaciones, y holocaustos por el pecado no los quisiste, ni te agradaron estas cosas que se ofrecen según la Ley", continuó diciendo: "He aquí que vengo para hacer tu voluntad"; con lo cual abroga lo primero, para establecer lo segundo. En virtud de esta voluntad hemos sido santificados una vez para siempre por la oblación del cuerpo de Jesucristo.”
Levítico 16:8-10 “y poniendo ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas las transgresiones y todos los pecados de ellos, y depositándolos sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto por mano de un hombre designado para ello.”
¿Vez alguna similitud con el siguiente pasaje? Juan 19: (5) “Entonces Jesús salió fuera, con la corona de espinas y el manto de púrpura, y (Pilato) les dijo: "¡He aquí al hombre!". (16) Entonces se lo entregó para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; (17) y Él, llevándose su cruz, salió para el lugar llamado "El cráneo", en hebreo Gólgota,”
De la misma forma en que el “macho cabrío vivo” llevaría sobre su cabeza el pecado del pueblo atravesando el desierto hasta encontrar la muerte, así mismo con una corona de espinas sobre su cabeza Jesús cargó con los nuestros hasta ser crucificado y posteriormente encontrar la muerte en la cruz. Isaías 53: 4-5 “Él, en verdad, ha tomado sobre sí nuestras dolencias, ha cargado con nuestros dolores, y nosotros le reputamos como castigado, como herido por Dios y humillado. Fue traspasado por nuestros pecados, quebrantado por nuestras culpas; el castigo, causa de nuestra paz, cayó sobre él, y a través de sus llagas hemos sido curados.” Pero ahora de una vez y para siempre, Hebreos 7:27 “que no necesita diariamente, como los Sumos Sacerdotes, ofrecer víctimas, primero por sus propios pecados, y después por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez, ofreciéndose a sí mismo.”
Sería muy fácil aceptar todo esto si terminase aquí. Pero la Palabra de Dios es muy difícil de digerir para algunos, imposible de aceptar para otros, Juan 6:60 “Después de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: "Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?"
Hasta ahora solo hemos hablado de como el evento realizado por el pueblo judío para la expiación de los pecados que fue sombra para ellos en el Antiguo Testamento se hizo Luz para los Cristianos en el Nuevo Testamento en la persona de Cristo. Pero Jesús, el mismo que tomó el lugar del cordero para expiar nuestros pecados, ahora nos deja el medio por el cual nuestros pecados serán perdonados. El realizo el sacrificio de una vez y para siempre, pero esto solo es referente al sacrificio. Ya no tendríamos que realizar ningún otro sacrificio de “machos cabríos” para expiar nuestros pecados. Ahora Jesús es nuestro mediador, ¿pero mediador entre quiénes?
La confesión de los pecados siempre fue un acto de obediencia hacia Dios por parte del pueblo de Israel, ya que Dios mismo ordenó que así fuera. En donde primero se menciona este hecho en el NT es en la siguiente lectura, (Mateo 3:5-6) “La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados”. En un principio era un acto público no solo para el pueblo de Israel, sino que también para los Cristianos en general, (Santiago 5:16) “Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa”. Desde que los Apóstoles comenzaron a predicar, los que abrazaban la fe participaban libremente de este sacramento, (Hechos de los Apostoles 19:18) “Muchos de los que habían abrazado la fe vinieron a confesar abiertamente sus prácticas”.
Toda la Iglesia cumpliendo con la Palabra de Dios, realiza el acto de penitencia: Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amen; (Acto Penitencial).
El ministerio de la penitencia y de la reconciliación fue instituido por Jesús y dada a los Apóstoles para que continuaran la obra que Él comenzó, (Juan 20:21-23) “Jesús les dijo de nuevo: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Los Apóstoles fueron enviados, de la misma manera que el Padre envió al Hijo, el Hijo envía a los Apóstoles y esta encomienda continuaría sin interrupciones gracias a la sucesión Apostólica, (2 Corintios 5:18) “y nos confió el ministerio de la reconciliación”. El Apóstol Pablo alentaba al pueblo Cristiano a aceptar esta encomienda, les predicaba para que tuvieran la misma disposición de obedecer al mandato que Dios le dio a Moisés, (Levíticos 16:34) “Y Moisés hizo lo que el Señor le había ordenado”, y que ahora Jesús nos da a todos los Cristianos a través de los Apóstoles, (2 Corintios 5:20) “Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios”. Hoy en día el papel de los Apóstoles lo llevan nuestros Sacerdotes, embajadores de Cristo gracias a la sucesión apostólica y tienen la misma encomienda, reconciliarnos con Dios a través del sacramento de la reconciliación, la confesión para el perdón de los pecados.
Para saber si creemos o no en su palabra, Jesús prueba nuestra fe de la misma manera que lo hizo con los 10 leprosos que encontramos en el evangelio de, (Lucas 17:11-14) “Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pesaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los Sacerdotes. Y en el camino quedaron purificados”. ¿Acaso no podía Jesús ordenar que fuesen curados todos ellos únicamente con su palabra, o pudieron haber quedado curados solo de haberlos contemplado? ¿No sanó la mujer del flujo de sangre solo porque tocó la túnica de Jesús?, (Lucas 8:43) “Una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años y a quien nadie había podido curar, se acercó por detrás y tocó los flecos de su manto; inmediatamente cesó la hemorragia.” De la misma manera, ¿no sanó la hija de la mujer cananea sin ésta estar presente ante Él? Fue sana solo por sus Palabras, (Mateo 15:28) “Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.” Repasemos algunos puntos importantes en esta lectura. Para esto tenemos que volver atrás, al A.T. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, esto quiere decir que la muerte no tenía poder sobre él, (Genesis 2:16-17) “Y le dio esta orden: Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte”. Todos sabemos que Adán y Eva fueron tentados y terminaron desobedeciendo a Dios, en otras palabras, pecaron. El pueblo judío creía que cuando el hombre está en pecado llega la enfermedad como consecuencia del pecado, (Juan 9:1-2) “Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”
Entonces un leproso, no solo estaba contaminado por la lepra, si no que ante los ojos de los judíos se habría hecho impuro por sus pecados. Quienes tenían el poder de declarar a un hombre impuro por la lepra eran los Sacerdotes, (Levítico 13:2-3) “Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los Sacerdotes, el cual examinará la afección. Si en la zona afectada el vello se ha puesto blanco, y aquella aparece más hundida que el resto de la piel, es un caso de lepra. El sacerdote, después de haberla observado, deberá declarar impura a esa persona”. Y quien único podía declarar puro a un hombre eran los Sacerdotes, (Levítico 14:19) “Entonces, el sacerdote ofrecerá un sacrificio por el pecado y hará el rito de expiación en favor de la persona que se purifica de su impureza. Después de esto, inmolará la víctima para un holocausto”. Ya vemos por qué Jesús envía a estos 10 leprosos a presentarse ante los Sacerdotes. Se les había conferido a ellos el poder de realizar el rito de expiación por sus pecados, (Levítico 16:32-34) “El sacerdote al que hayan ungido y consagrado para ser sacerdote en lugar de su padre, hará la expiación…”, Jesús pudo haberlo hecho sin intervención de los Sacerdotes, ya lo había hecho anteriormente muchas veces, pero en esta ocasión Jesús quiso probar su fe, y vemos en esta lectura, (Lucas 17:11-14) “…Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los Sacerdotes. Y en el camino quedaron purificados”. ¿Por qué ninguno de ellos lo llamó impostor, o falso profeta o mentiroso? Todo lo contrario, hicieron tal cual Moisés, (Levítico 16:34) “Y Moisés hizo lo que el Señor le había ordenado”.
Dudar no nos condenará, (Juan 20:24-29) “…En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe…”, es una condición humana. Lo que sí nos condenará será el no creerle a Él: (Jn.16:8-9) “Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado… El pecado está en no haber creído en mí”. Un buen ejemplo en donde se nos presenta esta condición humana lo encontramos en, (Juan 20:24:25) “Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Él les respondió: Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Un tiempo después, ocho días para ser exactos Jesús volvió a presentarse y en ese momento Tomás estuvo presente. Jesús quitó sus dudas tal y como él lo pidió, entonces creyó. La respuesta para el que dudó no fue de condenación. Jesús no condenó a Tomás por su incredulidad, pero dejó muy claro que el que cree por fe, sin haber visto, será dichoso ante los ojos de Dios, (Juan 20:29) “Jesús le dijo: Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”
A veces necesitamos un empujón para disipar las dudas, aceptar una realidad, cambiar una idea que ya ha sido plantada en nuestra mente no es una tarea fácil. Volvamos a recordar la lectura de los 10 leprosos, (Lucas 17:11-14), un dato importante que hay que mencionar es que, el único que se volvió dando gloria a Dios fue el extranjero, pero también es importante que sepamos que este extranjero era conocedor y practicante de la Ley de Moisés, aunque los judíos lo consideraban sectarios, (Lucas 17:17-18) “Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Este extranjero era un samaritano, (Lucas 17:16) “y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano”, al igual que los judíos, los samaritanos conocían las escrituras y reconocían a Moisés como profeta por excelencia, así que sabían muy bien cuál era el rol de los Sacerdotes “Los samaritanos son un grupo étnico y religioso que se considera descendiente de las doce tribus de Israel”. Es importante destacar que todos ellos en primer lugar tuvieron fe y en segundo lugar al obedecer las Palabras de Jesús daban cumplimiento al mandato de Dios, (Levítico 14:1-2) “El Señor dijo a Moisés: Cuando haya que declarar puro a un leproso, se aplicará el siguiente ritual: La persona será presentada al sacerdote…”
Pero no siempre es así, a veces es difícil creer, ya lo vimos con Santo Tomás, (Juan 20:24:29) “…En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe…”, y en tiempos de los profetas vimos algo muy parecido, me refiero a la historia de Naamán, (2 Reyes 5:1-14) “Naamán, general del ejército del rey de Aram, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Aram. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel”.
Muy parecido a lo sucedido con los diez leprosos, este hombre Naamán fue a suplicar por la recuperación de su enfermedad. Estas súplicas llegaron oídos del Profeta Eliseo quien le dio la siguiente instrucción, (2 Reyes 5:10) “Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio”. Naamán se irritó mucho al escuchar esta respuesta y fue mayor su frustración porque ni siquiera se la dio el profeta personalmente, si no que utilizó un intermediario, (2 Reyes 5:10) “Eliseo mandó un mensajero para que le dijera… Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: «Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel.”
Sabemos que Dios tiene el poder absoluto sobre todas las cosas, sabiendo esto ¿por qué dudamos entonces del hecho de que diera parte de ese poder a los hombres?, (Juan 20:21-23) “Jesús les dijo de nuevo: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Pero Naamán terminó aceptando la palabra del Profeta Eliseo, no sin antes haber sido persuadido por sus siervos, (2 Reyes 5:13) “Pero sus servidores se acercaron para decirle: Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!” Finalmente, fue sanado de su lepra, (2 Reyes 5:14) “Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio”, pero para esto alguien tuvo que alentarlo para que creyera.
Otro dato muy importante es lo que se menciona en, (2 Reyes 5:26) “Pero Eliseo le replicó: ¿No estaba allí mi espíritu cuando un hombre descendió de su carruaje para ir a tu encuentro? Y ahora que has conseguido esa plata, podrás obtener jardines, olivares y viñas, ovejas y vacas, esclavos y esclavas”. El profeta Eliseo no estuvo presente cuando Guejazí fue a presentarse ante Naamán, sin embargo, su espíritu estaba con él.
Con mayor razón no podemos dudar del poder que dio Dios a los hombres, no a todos los hombres si no que a los consagrados para este propósito, (2 Corintios 5:20) “Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios”, pues de la misma manera que el espíritu de Eliseo acompañó a Guejazí ,y supo de sus acciones, también Jesús prometió estar presente ante los mismos hombres a los que les ordenó reconciliar a su pueblo perdonando sus pecados, (Mateo 28:20) “y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios; 1:17-19). Amen
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