Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Encontramos esta enseñanza poderosa en la primera carta de San Juan, capítulo 3, versículo 7, donde leemos: "Hijitos, que nadie os engañe: el que obra la justicia es justo según es justo Él."
Este versículo nos llama a una acción diligente y comprometida: la práctica de la justicia. Sin embargo, ¿qué implica realmente esta justicia? ¿Cómo se manifiesta en nuestras vidas como católicos comprometidos? La respuesta radica en nuestras obras de misericordia.
Cuando hablamos de obras de misericordia, no nos referimos simplemente a acciones caritativas superficiales, sino a actos fundamentados en el amor y la compasión, inspirados por nuestro Señor Jesucristo. Las obras de misericordia abarcan tanto las acciones corporales como las espirituales, y en ellas encontramos la esencia misma de la justicia que busca Dios.
En primer lugar, consideremos las obras corporales de misericordia: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos y a los presos, y enterrar a los muertos. Estas acciones concretas no solo satisfacen necesidades físicas, sino que también reflejan la dignidad inherente a cada persona como hijo o hija de Dios.
Pero no debemos olvidar las obras espirituales de misericordia: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas y rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Estas obras trascienden lo material, alcanzando el corazón mismo de la necesidad humana: el consuelo, la orientación espiritual y la reconciliación.
Al practicar estas obras de misericordia, no solo estamos cumpliendo con el mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sino que también estamos participando activamente en la obra redentora de Cristo. Nuestras acciones reflejan su amor y compasión hacia los demás, y en ese proceso, somos transformados interiormente, haciéndonos justos delante de Dios.
Es importante recordar que nuestras obras de justicia son un medio de santificación para ganar la salvación. Pues como dice la escritura: (Santiago 2; 24) “Como ven, el hombre no es justificado sólo por la fe, sino también por las obras”. Son también una respuesta a la gracia que hemos recibido gratuitamente de Dios. Estas obras son una manifestación tangible de nuestra fe y un testimonio vivo de nuestra relación con Cristo: “(Santiago 2; 18) “Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe”.
Obras de Justicia en el Antiguo Testamento según la Antigua Alianza:
Práctica de la Justicia Social:
En el Antiguo Testamento, se enfatiza repetidamente la importancia de tratar justamente a los más vulnerables en la sociedad, incluyendo a los huérfanos, viudas y extranjeros. Por ejemplo, en Isaías 1; 17, se nos insta a "buscar el derecho, socorrer al oprimido, hacer justicia al huérfano, defender la causa de la viuda".
Culto y Sacrificios Aceptables:
A través de los profetas, Dios exhortaba al pueblo de Israel a practicar la justicia en todos los aspectos de sus vidas, incluyendo sus actos de adoración. Se les recordaba que sus sacrificios no serían aceptables a los ojos de Dios si no estaban acompañados de una vida justa y ética (véase, por ejemplo, Amós 5; 21-24). “Yo aborrezco y desecho vuestras fiestas, y no me agradan vuestras asambleas solemnes. Cuando me presentéis holocaustos y oblaciones, no los gustaré, ni miraré vuestros sacrificios de (animales) cebados. ¡Aparta de Mí el ruido de tus cantos! No quiero escuchar las melodías de tu salterio. ¡Corra, al contrario, el juicio como agua, y la justicia como torrente perenne!
Cuidado de la Creación:
La responsabilidad de cuidar la creación de Dios y de ser buenos administradores de los recursos naturales también se consideraba una obra de justicia en la Antigua Alianza. Esto se ve reflejado en pasajes como Proverbios 12; 10, que enseña que "El justo mira por las necesidades de su ganado".
Obras de Justicia en el Nuevo Pacto según Jesús:
Amor y Compasión:
Jesús enseñó que la esencia de la justicia en el Nuevo Pacto radica en amar a Dios con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22; 37-39). Esto implica un compromiso activo con la compasión y la misericordia hacia los demás.
Perdón y Reconciliación:
Jesús enfatizó la importancia del perdón y la reconciliación como obras de justicia en el Nuevo Testamento. En Mateo 5; 23-24, por ejemplo, instruyó a sus seguidores a reconciliarse con sus hermanos antes de presentar sus ofrendas en el altar.
Defensa de los Oprimidos:
Jesús se identificó con los marginados y oprimidos, y enseñó a sus seguidores a defender los derechos de los más vulnerables. En Mateo 25; 31-46, Jesús instruye a sus discípulos a cuidar de los necesitados, destacando que lo que hagamos por los más pequeños, lo hacemos por Él mismo.
Profecías sobre las Obras de Justicia en el Nuevo Pacto:
Profetas como Isaías y Miqueas anunciaron la venida de un Mesías que establecería un reino de justicia y paz, donde se practicarían las obras de misericordia y se defenderían los derechos de los oprimidos: Isaías 11; 1-5, "Saldrá un retoño del tronco de Isaí, y de sus raíces brotará un renuevo. Descansará sobre él el Espíritu de Yahvé; espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y temor de Yahvé. Su delicia consistirá en el temor de Yahvé; no juzgará según lo que ven los ojos, ni fallará según lo que oyen los oídos; sino que juzgará a los pobres con justicia, y fallará con rectitud en favor de los humildes de la tierra; herirá a la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío. La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad ceñirá sus flancos." Miqueas 6; 8 "Él te hizo conocer, oh hombre, lo que es bueno y lo que te pide Yahvé: practicar la justicia, y amar la misericordia, y andar humildemente en la presencia de tu Dios."
Reclamos de los Profetas a los judíos sobre el Mal Camino al no Cumplir con las Obras de Justicia:
A lo largo de los libros proféticos del Antiguo Testamento, vemos a los profetas denunciando la injusticia y la opresión en la sociedad judía de su tiempo. Profetas como Amós, Oseas e Isaías confrontaron al pueblo de Israel por su falta de cumplimiento de las obras de justicia, advirtiendo sobre las consecuencias de su desobediencia y llamándolos al arrepentimiento y a una vida de rectitud y misericordia.
Amós ; 21-24: "Detesto y desprecio vuestras fiestas, no me complazco en vuestras asambleas solemnes. Cuando me ofrecéis holocaustos, no me agrada vuestra ofrenda, ni siquiera miro los sacrificios cebados de los bueyes. Aparta de mí el estrépito de tus cantos; no quiero escuchar tus arpas. Que corra el derecho como un río, la justicia como un torrente perenne."
Oseas 6; 6: "Porque misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos."
Isaías 1; 17: "Aprendan a hacer el bien; busquen la justicia y reprendan al opresor. Defiendan al huérfano y aboguen por la viuda."
Isaías 10; 1-2: "¡Ay de los que promulgan leyes injustas y de los que redactan leyes opresivas, para privar del juicio a los pobres y despojar de sus derechos a los afligidos de mi pueblo, para hacer de las viudas su botín y despojar a los huérfanos!"
Que la Palabra de Dios nos inspire a ser agentes de justicia y misericordia en el mundo. Que nuestras acciones reflejen la bondad y el amor de nuestro Señor Jesucristo, y que así, mediante nuestras obras de misericordia, podamos ser justos delante de Dios, conforme a su justicia perfecta.
Recuerden, hermanos y hermanas, que somos llamados a ser justos y misericordiosos, reflejando así la imagen de nuestro Padre celestial. Que nuestras obras de justicia y misericordia hablen por sí mismas, llevando luz y esperanza a un mundo necesitado del amor redentor de Cristo.
“… Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza poderosa,” (Efesios 1; 17-19). Amen
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